martes, 21 de marzo de 2017

¿QUÉ SIGNIFICA EDUCAR?

                                        

¿Qué significa educar? ¿Cuál es la función de los docentes dentro de la educación? Las respuestas a estas preguntas podrían en principio parecer obvias aunque si se reflexiona sobre cómo es el funcionamiento del actual sistema educativo la obviedad no es tanta.

Si atendemos a las bases de los modelos educativos de los distintos países, que salvo excepciones son prácticamente los mismos, vemos que estos están basados en unas series de premisas. Por ejemplo advertimos que una de ellas es que la educación debe fundamentarse en la respuesta. Esto quiere decir que se transmiten una serie de conocimientos que el alumno debe incorporar. La persona, de este modo, irá adquiriendo una cultura y en definitiva unos contenidos que le serán supuestamente útiles a lo largo de la vida. Conocer la tabla periódica de los elementos, el volcán más alto de Nicaragua o los ríos más importantes de China es algo muy recomendable y son materias que deben ser enseñadas por los sistemas educativos. El problema surge cuando el sistema basa por completo la educación de los ciudadanos en las respuestas y en la absoluta memorización de contenidos y no en la reflexión.

Tenemos una educación basada en la respuesta y no en la pregunta, y la respuesta es, como decimos, el principal pilar o premisa de nuestros modelos educativos. Se nos enseñan contenidos, los memorizamos para posteriormente olvidar muchos de ellos y sin embargo no se nos instruye desde la pregunta. Y es que la pregunta, al contrario de la respuesta, moviliza al pensamiento y lo expande, no lo constriñe, posibilitando así que el alumno reflexione y explore posibilidades. Con la respuesta todo viene dado, en cambio, mediante la pregunta, se activa nuestro pensar: no el pensar de los demás sino el mío propio. Tenemos ya pistas de por qué la educación no se basa en el “arte” de la pregunta sino en las respuestas, pistas que nos conducen a la conclusión de que el sistema no busca ciudadanos reflexivos con pensamiento autónomo sino todo lo contrario: busca personas sin capacidad para la crítica ni el cuestionamiento. Porque pensar es también cuestionar: pensar es no aceptar intelectualmente cualquier idea por el hecho de formar parte de la tradición, la cultura, la política o la religión de una zona. Pensar es reflexionar sobre cualquier cuestión de forma autónoma, es poder realizar un análisis personal manteniendo la autonomía, y la autonomía y la libertad es algo que no gusta a los poderes fácticos, tanto es así que, como decimos, el que debería ser el pilar educativo -la pregunta- no lo es y en cambio aquello que son aspectos secundarios -como la memorización- pasan al primer plano.

No se nos enseña a hacer preguntas, no se nos instruye en el hacernos preguntas para nosotros mismos porque lo que se busca son justamente ciudadanos que no piensen, personas que no expandan sus mentes; justo al revés: se pretende construir seres simples mentalmente y sin capacidad de crítica. La misión de estos futuros adultos dentro de la sociedad no será pues el cuestionarse todo: el sistema económico, el tipo de organización social, la legislación, el reparto de la riqueza...no será esta nuestra función sino otra distinta, el aceptar todo aquello que se nos diga ya que los futuros adultos no podrán vislumbrar alternativas a lo fáctico debido a que no se les ha enseñado ya de jóvenes a preguntarse y a pensar sino a dejar de hacerlo. De esta forma el sistema logra “fabricar” una sociedad que no se cuestiona nada, consigue construir ciudadanos sumisos ya que desde pequeños se nos aparta del arte de la pregunta y por tanto del pensamiento.

                                           
                                                    EDUCAR ES ENSEÑAR A PENSAR

Tenemos pues que desde el sistema no se busca fomentar el pensamiento sino lo contrario, que se deje de pensar; y partiendo de estas premisas, de las premisas de una educación no basada en el pensamiento sino en la mera memorización de contenidos el resultado no puede ser otro que unos ciudadanos sin capacidad de crítica y análisis, ciudadanos que no cuestionarán nada sino que sencillamente aceptarán lo que se les diga y también cualquier sistema social injusto.

Pero hemos convenido que educar -o mejor dicho la verdadera educación- no es simplemente el obligar a memorizar, es mucho más: es formar a individuos, en efecto, con capacidad crítica y reflexiva, personas que se hagan preguntas, que se cuestionen, ciudadanos creativos que puedan aportar soluciones y conclusiones propias...seres con autonomía que puedan realizar un examen de cualquier situación y también un autoexamen; en definitiva, seres capacitados y libres. Porque pensar, algo que cada vez es menos frecuente, nos hace libres: libres en cuanto a poder elaborar un pensamiento crítico y propio y libres en cuanto a poder desarrollar nuestras capacidades evitando convertirnos así en puros autómatas.

Será por tanto la responsabilidad y tarea del docente formar al alumno no en la memorización -que también será necesario pero nunca el fundamento- sino en la reflexión y en la creatividad, porque estas nos hacen libres. Deberá el maestro, sí, ser un amigo que colabore y busque la expansión de las mentes de sus alumnos y no su constreñimiento, ser un guía que fomente la creatividad y el cuestionamiento; en pocas palabras: alguien que enseñe a pensar y por tanto a ser libre.

lunes, 20 de marzo de 2017

¿Cuál será en el futuro el papel de las humanidades?

Me pregunto cuál será el papel de las humanidades en este futuro que nos viene, un futuro en el que el papel relevante lo va a tener la máquina y en el que el pragmatismo se va a imponer de forma clara. La técnica será lo fundamental y los que la dominen los más buscados. Si nos adentramos un poco más en el futuro sin duda encontraremos una sociedad repleta de robots. Como digo, los programadores y los que dominen la tecnología serán las personas fundamentales en la sociedad. Hubo un tiempo en que las personas relevantes y admiradas eran las personas que se dedicaban a las humanidades: filósofos, historiadores, filólogos...tanto es así que el Humanismo era lo que legitimaba al poder en el renacimiento: los gobernantes debían ser personas cultas.

En la actualidad nada que ver, y en el futuro menos. Me pregunto: ¿cuál será el papel de las humanidades en la sociedad tecnocientífica que nos viene y que en realidad ya empezamos a tener aquí? ¿Qué papel quedará para la filosofía, para la historia, literatura...? ¿Tendrán los filósofos, historiadores etc algún tipo de papel en la sociedad del futuro? Qué duda cabe que las humanidades nunca serán lo que fueron y ya, en la actualidad, se las tiene poco en cuenta. ¿pero podrán al menos subsistir o se verán obligadas a la desaparición al imponerse absolutamente lo práctico y lo tecnológico? ¿ Desaparecerán incluso del sistema educativo materias como la historia o la filosofía? Sin duda que esto también beneficiaría al sistema: cuanto menos piense y reflexione la sociedad, tanto mejor.

Vicente Berenguer

domingo, 12 de marzo de 2017

LA INSENSIBILIZACIÓN DE LA POBLACIÓN


Este es proyecto global de las élites para la población: deshumanizar a la gente, arrebatarles su sensibilidad y convertirlos en seres insensibles, sin capacidad de sentir los sentimientos de los demás.

Este es el plan de largo alcance que se ejecuta principalmente a través de los medios de transmisión (la televisión principalmente y ahora internet) y que tiene un mecanismo simple. Se trata, en efecto, de lograr que la persona se deshumanice y que no sienta nada por el dolor o sufrimiento de los demás. Es fundamental para sus planes conseguir sujetos indiferentes ante el dolor del otro y esto se consigue a través de los medios y través de una herramienta infalible: el suministro, o mejor dicho el bombardeo de violencia.

El bombardeo se realiza a través de las películas, en las cuales se ofrecerá pura violencia explícita más allá de la argumentación que en muchas ocasiones es inexistente. Lo importante será mostrar violencia en estado puro. Los héroes serán personas violentas y nunca pacíficas o cultas. Son modelos de conducta, modelos a seguir.

Otro campo de acción son los noticiarios. En ellos se mostrará tanta violencia como sea posible: personas desangrándose en plena calle, apuñalamientos, muertes por disparos captadas por la cámara de un banco (es solo un ejemplo), violencia entre adolescentes grabadas en móvil, terroristas matando gente con metralletas, explosiones de bombas y un sin fin de actos violentos explícitos sin igual. Y no, no se trata de que los atentados terroristas por ejemplo deban ocultarse sino que su tratamiento debería ser muy diferente.
 Un ejemplo de todo ello es la política que se utiliza en los noticiarios: se ofrece una noticia por ejemplo de política, acto seguido se enseñan imágenes de alguien que mata a una persona en plena calle y esta cae al suelo, enseguida se habla de una nueva droga que está haciendo estragos y que se puede conseguir por internet (propaganda) y a continuación Messi marca un gol y el estadio estalla de júbilo.

Así, los niños son “criados” en una sociedad violenta, una sociedad que en lugar de ofrecerles verdaderos héroes y modelos de conducta apropiados para ellos y para su alrededor les ofrecen modelos de conducta nefastos. Los niños por tanto son educados en la violencia y no en la empatía, más aún, los niños son educados en el culto a la violencia. ¿Estos niños serían personas adultas distintas si en lugar de “alimentarles” constantemente con violencia se les alimentara con valores positivos para ellos mismos y para los demás como por ejemplo el “placer” de ayudar a sus compañeros o a quien fuere? La respuesta parece obvia.
¿Cuál es el resultado de esta sobre exposición a la violencia explícita tanto en películas, series, noticiarios etc.? El resultado no puede ser otro que el buscado, la construcción de seres humanos que dejan de ser humanos (deshumanización); el resultado no es otro que la insensibilidad general de la población, la incapacidad de sentir nada por nadie, la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Este es el objetivo y el objetivo se está cumpliendo.

¿Evidencias de lo que digo? Son varias y simples, les propongo una: enciendan la televisión y miren el contenido que se ofrece a la población en películas, boletines de noticias etc: reparen en cuáles son los héroes que se les ofrece a los ciudadanos, cuáles son los modelos de conducta que son divulgados y cuáles son los valores que se nos transmiten: materialismo, superficialidad, consumismo, egoísmo, individualismo extremo…

La sensibilidad va desapareciendo y va reinando la insensibilidad y la deshumanización. Nos quieren insensibles y este será el resultado de estar sobre expuestos a la violencia continua. Pero de nosotros depende el tipo de “alimento” con el que nos vayamos a “alimentar”; de nosotros depende el tipo de persona que queramos y vayamos a ser.

Vicente Berenguer

lunes, 6 de marzo de 2017

LA NECESIDAD DE SENTIRSE EN VÍNCULO CON LA NATURALEZA

Bosques amenazados, animales no respetados, ríos contaminados...el ser humano va destruyendo el planeta sin que parezca importarle demasiado. En cambio, lo que sí le parece relevante es que el sistema productivo-consumista siga yendo bien, aunque esto implique que al planeta en general le vaya muy mal. Tremenda contradicción parece encerrarse en el hecho de que al humano le vaya bien (aunque solo a unos cuantos de ellos, ni mucho menos a todos) y al planeta donde habita en cambio le pueda ir mal. ¿Dónde radica la enorme confusión? ¿En qué se basa esta inconsciencia?

El ser humano es un ser generalmente religioso sea cual sea la religión que profese. Postula o proyecta un Dios extramundano y trascendente al que se le debe rendir culto, rezar, alabar e incluso temer. Es un Dios por y para los humanos (quedando los animales y plantas prácticamente al margen de su “cobertura”), pero más, en un Dios solo para los que profesan mi misma religión: mi Dios es el único Dios. Pero además, este tipo de Dios es un ente separado de cada uno de nosotros y yo, en mi individualidad, a la vez estoy separado del resto de humanos y más aún del resto de seres.

Esta es la religiosidad a la que se “somete” gran parte de la población mundial, una religiosidad basada en la separación ontológica, como decimos, primero entre las personas pero más aún entre las personas y el resto de especies. Y ahí radica justamente el problema: en no concebir vínculos espirituales entre nosotros y el resto; en definitiva: en habernos convertido en seres religiosos pero no espirituales. Queremos saber quiénes somos, anhelamos la verdad, pero en realidad nos apartamos de ella y condenamos al resto de seres vivos a la miseria cuando no a su extinción. Y nos seguimos empeñando en postular un Dios extramundano en lugar de intramundano habitando y estando presente ya aquí, en cada uno de nosotros y en cada uno de los seres vivos aunque esto, así es, pueda llevar al planeta a su destrucción.

Pero no, no estamos separados y en cambio estamos en vínculo con la totalidad de la Naturaleza. Por tanto, si dañamos el bosque, contaminamos los ríos o extinguimos a las especies nos estaremos dañando, contaminando o extinguiendo a nosotros mismos. ¿Y qué clase de ser se perjudicaría a sí mismo? Solo un necio o un ignorante.

No se trata pues de crear un vínculo que previamente no existe entre los seres humanos y la totalidad de la Naturaleza, se trata más bien de reconocerlo; de reconocer, como por ejemplo así se desprende de las supuestas palabras que el jefe Seattle le dedicó por carta al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce en respuesta a la pretensión de este de comprar las tierras donde habitaban los nativos norteamericanos, reconocer que los humanos y los animales somos hermanos y que todo está relacionado entre sí.

No concibamos pues lo sagrado en otros mundos o dimensiones, concibámoslo aquí: en cada río, en cada mar, en cada ave, en cada bosque y en cada ecosistema, porque solo así seremos capaces de salvar al planeta.

Vicente Berenguer

vaberenguer@gmail.com