domingo, 21 de mayo de 2017

GRATITUD, LA MÁS GRANDE DE LAS VIRTUDES

Pocos dudan del enorme beneficio que significa sentirse en gratitud, que según Cicerón, "no sólo es la más grande de las virtudes, sino que engendra todas las demás". La gratitud, en efecto, puede ser un elemento determinante en nuestras vidas ya sea por su ausencia o por su presencia: si ella está presente nuestra vida puede tornarse un mosaico de colores y en cambio si está ausente puede reducir todo nuestro colorido vital a un solo tono de gris.

Estamos convencidos de que es fundamental sentirse en gratitud ya que la mente no puede hacer una cosa y su contraria, es decir, no es posible sentirse en gratitud y al mismo tiempo en desdicha debido a que esta sería su opuesto. Sobrarían las razones pues para querer experimentar dicho sentimiento ya que como decimos puede permitirnos el vivir con mayor plenitud. ¿Pero tenemos razones objetivas para sentirnos en gratitud? ¿Qué hay de los problemas personales que en tantas ocasiones nos impiden alcanzarla?

Lo primero que debemos tener en cuenta es que la gratitud nace y puede morir en cada uno de nosotros  dependiendo así exclusivamente de nuestros pensamientos, siendo el propio sujeto quien la "fabrica" o quien la aniquila. Es importante comprender que no es algo externo sino interno y que no depende de lo exterior sino de lo interior, aunque es cierto que habrá factores externos que jugarán en favor o no de "la virtud que engendra a todas las demás." Pero que el exterior pueda favorecer o no la 'aparición' de la gratitud no significa que dicho exterior sea determinante en su aparición o disolución, es decir, pensamos que con un buen planteamiento por nuestra parte los factores exteriores no serían en absoluto decisivos. 

Estamos pues situándonos por encima de las circunstancias personales de cada cual ya que hemos convenido en que estas no nos deben determinar en si albergamos esta virtud en nuestro interior o no; estamos en un plano en el que ya no atenderemos a las situaciones de cada uno, que aun siendo muy importantes, hemos dicho que no determinarán de forma absoluta el que podamos sentirnos afortunados o no. Debemos por lo tanto llegar a un punto de objetividad en el que quede superada toda característica personal para abordar los interrogantes antes planteados: ¿Hay razones objetivas para sentirse en gratitud?

Y estamos convencidos de que sí, convencidos de que sí existen estas razones objetivas que deberían llevarnos a sentirnos afortunados en la vida de cada uno, y estas razones son, sencillamente, el privilegio que supone estar aquí y ahora, en la vida. Y es que, aunque no reparemos en ello, el estar ahora dentro de la vida supone la mayor de las fortunas ya que la vida es algo que en un futuro cercano -que podrá ser en cualquier momento- nos será arrebatado. Nos será arrebatada la vida en cualquier momento ya que el final de la misma llega sin avisar; nuestro bien más preciado, la existencia, no durará para siempre siendo así algo temporal y breve; pero ahora, en estos momentos, aún podemos disfrutar de ella, experimentar y vivir cada día sabiendo, pero más, sintiendo que estamos viviendo algo irrepetible y breve, algo que no durará para siempre. 

Sobran los motivos pues para situarnos en un plano superior a nuestras propias circunstancias y sentir "la mayor de las virtudes" por estar en estos momentos dentro de la vida; sobran las razones para, independientemente de las dificultades de cada cual, sentirnos en dicha por estar vivos, por tener la oportunidad de experimentar la vida, en definitiva: la oportunidad única y fugaz de vivir.


Vicente Berenguer

domingo, 7 de mayo de 2017

Somos...

Somos como las olas del océano: nacemos y permanecemos un tiempo creyendo ser una ola, para más tarde comprender que en realidad somos el océano entero.


V.B.