domingo, 25 de junio de 2017

MODELOS Y REFERENTES



En el proceso de la formación humana nos encontramos con un concepto determinante, y este es el de “modelo” o referente. Necesitamos, sobre todo a edades tempranas, modelos a los cuales dirigir nuestras miradas, los niños requieren de referentes en su recorrido que ayuden en su proceso de socialización; espejos, dirán otros, donde mirar. Lo cierto es que en las sociedades siempre hubo héroes, aquellas personas cuyo pensamiento y comportamiento eran considerados ejemplares.

Los héroes o modelos tendrán un papel fundamental dentro de los sistemas sociales y dependerá en buena medida del tipo de referente que se tenga para que se “obtenga” un comportamiento social más conveniente o menos. Deberemos atender pues a cuáles son los referentes sociales -y por qué lo son- para empezar a comprender por qué nuestras sociedades se basan en valores como el materialismo o la insolidaridad. ¿Cuáles son los héroes sociales? ¿En qué espejo se mira la sociedad? ¿A quienes admiramos? Y las respuestas a estas preguntas no pueden ser más desoladoras: admiramos a quienes poseen muchos bienes materiales -personas exitosas dirían algunos, midiendo por tanto el éxito en función de las posesiones-; alabamos a toda persona con fama independientemente de cuál es el motivo de su popularidad. Nuestros héroes serán de este modo personas ricas, famosas y normalmente vacías de contenido. Así, no hallaremos 'liderando' la acción seres solidarios que luchan por construir un mundo más justo sino que nos topamos en la mayoría de ocasiones, como decimos, con sujetos que actúan estrictamente en base a la posesión material o al poder. ¿Por qué en lugar de ensalzar a las personas del primer tipo solemos admirar y aspirar a convertirnos en seres del segundo?

Los falsos héroes y sus valores, en efecto, nos son transmitidos a través de la principal arma formativa social: los medios de comunicación -o mejor dicho los medios de adoctrinamiento-, siendo la mayor de estas armas la televisión aunque ahora también internet, -tema que merecerá un capítulo aparte-. A través de los medios se nos impondrán los modelos y a través de los modelos se nos transmiten los valores por los que deberemos regir nuestro comportamiento o actuación. Así, la consigna será que lo admirable es, como decimos, lo material y lo superfluo, la individualidad más exacerbada o incluso el egoísmo más patológico. Estas serán las características que poseerán los modelos que son “lanzados” a través de los medios y esta será la conducta que deberemos ir interiorizando.

Y aquí se nos presenta una de las claves: ¿por qué los modelos de conducta que se ofrece por los medios son seres individualistas, egoístas, superficiales y vacíos de contenido? Y esta respuesta, lamentablemente, no es otra que lo que se busca es que la sociedad adopte los valores que se nos ofrecen con el modelo. Tenemos pues que lo que se pretende lograr no es una sociedad basada en la solidaridad sino en el egoísmo; no se estará buscando por tanto la “construcción” de seres que cultiven la empatía sino al contrario, se estará forjando la formación de seres insensibles y vacíos. Y es que el proceso en el que vamos adoptando la escala de valores del héroe es más inconsciente que consciente, es decir, que la sociedad a la cual se le ofrece -o inculca- un sistema de valores del todo inadecuado irá progresivamente haciendo suyo dicho sistema, siendo este proceso como decimos en gran medida inconsciente. 

Nos encontramos pues con el gran inconveniente de que en base a sus intereses espurios el sistema económico e irracional nos impone estos pseudomodelos, pero a la vez tenemos la esperanza y la posibilidad de anularlos haciendo consciente el proceso inconsciente por el cual forjamos en nosotros mismos nuestra escala de valores, un necesario autoexamen personal y social para ir reemplazando lo que no nos sirve o es contraproducente.

Y no dependerá de nosotros el tipo de referente que se nos ofrezca desde el sistema imperante; pero en buena medida sí de nosotros dependerá, desde la autoconciencia individual y social, el ir sustituyendo en nuestro código ético estos falsos modelos con sus falsos valores por un sistema personal que nos permita el desarrollo de nuestras capacidades y el ir encaminándonos hacia la formación de una sociedad más justa y solidaria.

Vicente Berenguer

martes, 6 de junio de 2017

ENTRAR EN EL TIEMPO




Entrar en el tiempo, vivir en el presente; ¿es que acaso estamos fuera del tiempo o no vivimos en él? En principio esta idea podría parecernos un absurdo ya que nuestras vidas están compuestas de tiempo, pero una mirada al modo en que vivimos podría hacer que esta idea aparentemente absurda cobre todo su sentido.

Si analizamos el modo en que los humanos nos relacionamos con el tiempo observamos que nuestra línea temporal está formada por el pasado, presente y futuro. El pasado es la línea que transcurre desde que nacimos hasta el momento presente y es un segmento que fue pero que ya no existe. El camino que hemos transcurrido en el pasado nos ha moldeado y construido, ha propiciado en gran medida que seamos como somos y que sintamos como sentimos pero sin embargo no podríamos conceder a dicho segmento de tiempo el “estatuto” de real. El pasado es pues muy relevante en la vida de uno con todas las experiencias vividas, pero ya no existe a efectos de poderlo revivir.

Con el futuro nos encontramos con algunas características similares al pasado en cuanto a que no existe y por tanto no es real. El futuro no tiene existencia ya que cuando este sea será presente, pero lo necesitamos ya que vivimos orientados por él. Vivimos orientados por el futuro y proyectándonos hacia él. Necesitamos tener siempre en cuenta al futuro pues nuestras acciones inmediatas se realizan en base a él así como también nuestros planes y proyectos, y es que si no contempláramos un futuro no accionaríamos de ninguna manera ni podríamos planificar nada en nuestras vidas. Así es que vivimos orientados hacia el futuro no pudiendo ser de otra manera.

Tenemos pues que nuestra la línea temporal humana está compuesta por pasado, presente y futuro siendo el pasado quien nos ha traído hasta el momento presente y estando en todo momento orientados por el futuro. Pero este lógico esquema humano encierra una pequeña trampa y esta consiste en que en una gran medida estamos siendo desplazados fuera del tiempo. Y es que lo que en principio era nuestra aliada (una línea temporal formada por pasado, presente y futuro) puede convertirse en nuestra peor enemiga. ¿A qué nos referimos cuando decimos que nuestro modo de relacionarnos con el tiempo podría estar jugando en nuestra contra? La cuestión radicaría en que habitualmente estamos alterando dicha relación y estamos viviendo casi permanentemente en el pasado o en el futuro, recordando o proyectando. Hemos convenido que el pasado nos trajo hasta aquí pero que no existe porque cuando fue era presente y que el futuro tampoco puede existir ya que cuando este sea será también presente; y también estamos de acuerdo, cómo no, en que es necesario recordar el pasado y accionar en base al futuro, pero esto que es una necesidad puede convertirse en una losa si nuestra mente está permanentemente recordando o proyectando ya que esto nos arranca del presente, nos arrebata aquello que está sucediendo, aquello que ES. Y es que la existencia es lo que existe y lo que existe es presente, pero si nos situamos habitualmente en lo que fue o en lo que será no lograremos vivir en ningún momento lo que está siendo, esto es, estaremos fuera de lo que ES.

Recordamos de nuevo en este instante que tanto el pasado como el futuro son absolutamente necesarios para nuestras vidas, pero el problema es que estamos casi permanentemente recordando o proyectando, es decir, situados la mayor parte de nuestro tiempo en el pasado o en el futuro y es de este modo como nos estamos perdiendo el presente, lo que está siendo, lo que ES. Y es que cuando empezamos a situarnos en el presente, primeramente, estaremos viviendo realmente el instante entrando así en el tiempo, pero además advertimos que empezamos a desarrollar nuestra intuición ya que estaremos es actitud meditativa. Podemos incluso, por momentos, prescindir totalmente del pasado y futuro y situarnos rotundamente en el presente, desmoronándose así la ficción que supone el haber incorporado el pasado y el futuro a nuestras vidas, ficción que, recordamos una vez más, es absolutamente necesaria para seguir viviendo pero que cuando se produce un abuso tanto de uno como de otro nos arrancan de la vida.

Por todo ello podemos decir que la vida por tanto es aquí, que la vida es ahora, y es ahí donde deberíamos regresar muy a menudo más allá de nuestro necesario pasado y futuro. Porque si no somos capaces de ir entrando en el tiempo real la vida no podrá cobrar su intensidad siendo así una existencia mucho menos plena, además de estar desperdiciándose en buena manera. La vida está siendo, las cosas están sucediendo AHORA pero sin embargo nos empeñamos en salir de ella situándonos en puntos ficticios o en pensamientos improductivos. Porque el salir del tiempo nos lleva a usar nuestra mente, sí, de forma improductiva: nos lleva continuamente a girar y girar perdiéndose así toda intensidad en la vivencia.

 Pero por si todo lo dicho fuera poco podríamos añadir otros elementos que hacen que sea necesaria una revisión sobre la forma en que nos relacionamos con el tiempo, y estos elementos son nuestra caducidad y la fugacidad de la vida, elementos aludidos en reflexiones anteriores.

Y volveremos a incidir en ello, incidimos una vez más en que sabemos que somos caducos y que nuestro paso por este mundo es temporal y breve sumándose a todo esto otro ingrediente fundamental y es que ignoramos el tiempo del que dispondremos, es decir, que desconocemos el tiempo que nos queda pudiendo estar este compuesto por años, por meses o por días o tan solo por unas horas. Conocemos todas estas características nuestras pero lo cierto es que solemos vivir como si fuéramos a vivir para siempre, sabiendo en todo momento pero no reparando en el hecho de que nuestro paso por aquí puede terminar en cualquier instante.

 Y son todos estos elementos sin duda los deberían empujarnos a realizar una revisión de nuestra relación con el tiempo conociendo el hecho de que nos topamos una y otra vez con la dificultad que venimos mencionando, que vivir el MOMENTO solo será alcanzable en la medida en que logremos “utilizar” nuestra línea temporal a nuestro beneficio; que vivir el presente para entrar en el tiempo solo será posible si logramos “usar” el pasado y el futuro de forma conveniente para regresar, cuando uno u otro no nos sean provechosos, al momento actual, al momento en el que la vida está SIENDO, al momento PRESENTE.


Vicente Berenguer